Una fuente de paz sin explotar: Las mujeres reunidas en círculos, las mujeres conectadas, las mujeres unidas que traen la femineidad sagrada, el instinto maternal, el arquetipo de la hermana, el poder de la Madre al mundo.
Jean Shinoda Bolem
Los círculos de mujeres son una tradición de nuestros antepasados que se fue perdiendo con la aparición y el dominio del patriarcado, lo que no quiere decir que no se hayan seguido practicando en algunas comunidades a lo largo de la historia. En las antiguas tribus estos círculos gozaban de un papel primordial, eran reuniones de mujeres que se congregaban para compartir distintas vivencias de su existencia, y sentirse comprendidas y acompañadas. Propiciaban un espacio de amor, de conexión y de profundo despertar de la divinidad interior. Estos rituales eran el acceso y forma de aprendizaje, transmitir e incorporar conocimientos con la presencia de un fuerte sentimiento de sororidad (abuelas, madres, hijas, curanderas, sanadoras, mujeres) reunidas y hermanadas.
Actualmente esta costumbre se ha retomado con fuerza en distintos lugares del mundo. Los círculos de mujeres son lugares abiertos para toda mujer que sienta ese llamado, es una manera ancestral de encontrarnos. Sentadas en círculo, todas tienen voz y la escucha de las demás, no existen las jerarquías a las que estamos acostumbrados y tampoco los juicios.
Sí existe la figura de una mujer o varias un poco más avanzada en este camino, que sirven de guía y facilitadoras en estos encuentros. Ellas propondrán en el acompañamiento distintas dinámicas que facilitarán el proceso de sanación. Pero a la vez que cumple el papel de guía, ella o ellas también estarán aprendiendo de las otras mujeres. Cada miembro aporta al círculo su saber y todas se nutren.
Mirar nuestro interior y compartirlo
Los círculos de mujeres son espacios de transformación, de profunda introspección, el contacto con otras mujeres, el poder contar nuestras historias, problemas y alegrías, convierte a estos círculos en momentos cálidos de gran amor y expansión. Allí se encuentra la luz, la fuerza y la salida. Trabajar grupalmente apareja una gran conexión con las demás mujeres, con lo sagrado ancestral al sanar y alimentar la hermandad femenina.
El círculo es un lugar sagrado, representa el espíritu, el cielo, el gran misterio, allí se honra lo divino de cada una y de la fuente de toda la energía y de la cual somos parte. Es una rueda de medicina donde fluyen también los cantos, rituales y ofrendas que acompañan el trabajo. En ellos encontrarnos en un espacio donde no se emiten juicios, sino escucha, esto hace que podamos poner en palabras experiencias y sentires que habíamos silenciado simplemente por sentir, culpa, por haberlo guardado como un pecado y el pecado no existe, solo es algo latente, fijado en esas estructuras establecidas por la sociedad, la cultura y la religión. Todos somos inocentes, somos luz, somos amor. El círculo nos enlaza con una memoria muy antigua, la de la tribu. Aprendemos a compartir, a sostener y a sanar en red.
En los círculos de mujeres soltamos el ego ya que en él está presente y fluyendo nuestra divinidad, las fuerzas de la naturaleza, de nuestros ancestros y de cada partícula existente en el Universo. Es un gran pórtico de energía que sostiene y modifica nuestra mente y espíritu y por lo tanto promueve un cambio en nosotros y en lo que nos rodea (familia, relaciones, sociedad).
El cambio en ti se expandirá a todas tus relaciones ya que habrás aprendido que hay otras formas al dejar que sea tu corazón y el amor quien hable y actúe.
¡Ojalá este artículo te lleve a ser parte de un Círculo de Mujeres y a multiplicarlos!
La Pacha Humitos del Litoral.